jueves, 20 de septiembre de 2007

Lo que me inspiras

Ternura. Un gran sentimiento de ternura, José. Tanto te amé como te odié, aunque sin querer reconocerlo. Y ahora que estás mal, no sé cómo decirte que te quiero. No, que te quise. Ahora lo que quiero es ayudarte. De repente tu voz sonaba tan melancólica como aquella vez que me llamaste, preocupado. Y me dijiste que te había alegrado el hecho de oir mi voz. Tal vez mi cometido sea ese: darte ánimo en tus peores momentos, y alegrarme cada vez que tú seas feliz. Y de veras que me alegro. Quiero pedirte perdón, redimir mis culpas, expiar mis pecados. Pero sobre todo, quiero que sigas a mi lado. Aunque sea como amigo.

El comienzo siempre es duro, y los finales son siempre tristes. Pero debes saber que entre medias siempre hay miles de momentos que merecen la pena. Te lo aseguro.

Nunca sabré cómo agradecerte que estuvieras ahí, y que supieras alejarte. Y yo siga estando aquí. Muchas veces es necesario hablar. Bien pues, yo siempre te escucharé.

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