miércoles, 17 de octubre de 2007

Monotonía de lluvia tras los cristales

La vida pasa sin que nos demos cuenta. O sin que queramos darnos cuenta. A veces el tiempo vuela, corre, o simplemente, te das cuenta de que existe por el hecho de que lo vas perdiendo. Cuando el tiempo se agota es cuando logras ver lo necesario que es. Hoy bajaba corriendo a la facultad, y ¡vaya por Dios!, la Ley de Murphy: perderé el autobús cuando más prisa tenga; la mochila se abrirá en dos cuando logre divisar un bus y correr tras él; mi móvil se golpeará contra el suelo, lo que me hará ver que la mochila hace tiempo que se abrió, y tener que volver rastreando el suelo (sí, por consiguiente, el bus pasa a mi lado sin yo montarme en él y en dirección contraria) para encontrar el estuche, los bolígrafos... etc. No sé siquiera cómo he logrado llegar a tiempo a clase. Y la verdad, ha sido providencia divina (¡mira que me encantaría poder sobrevolar Ciudad Universitaria!). Y el pobre de Miguel, con una tos del caraio, como diría un amigo. A punto de decirle: ¿quieres un caramelo? Pero mejor callarse, nunca se sabe si le sentará mal o qué que lo diga. Sin embargo, ha sido una clase magnífica. La verdad.

Impactante Luis Tosar, sólo nombrarlo. Quizás mañana dé más datos.

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